Las palabras en nuestra lengua materna nos influyen más emocionalmente que las que nos dicen en un idioma foráneo, aunque lo entendamos.
La lengua materna se adquiere en un contexto rico en emociones, mientras que las extranjeras suelen aprenderse en entornos académicos emocionalmente neutros. ¿Influye esta distancia emocional asociada a los idiomas foráneos en nuestra respuesta automática a estímulos lingüísticos? Parece ser que sí.
Pensamos con más frialdad en una lengua extranjera que en la nativa y nuestras acciones están menos influenciadas por las emociones cuando usamos un idioma foráneo. A estas conclusiones han llegado en fecha reciente investigadores del Centro Vasco en Cognición, Cerebro y de la Universidad Pompeu Fabra.
Para el estudio, los autores pidieron a 126 participantes que tenían el español como lengua materna y un nivel alto de inglés que respondieran a estímulos dotados de diferente carga emocional. Según comprobaron, los sujetos respondían de diferente manera según el idioma que empleaban.
Palabras que llegan al corazón
Las pruebas consistieron en lo siguiente: se mostraban a los particiipantes diferentes formas geométricas asociadas a palabras cuyos significados contienen diferentes grados de carga emocional: «otro», «amigo» o «tú», entre otras. Los probandos debían memorizar qué forma geométrica se asociaba a cada término. Dependiendo del grupo al que los participantes pertenecían, las palabras se presentaban en español o en inglés.
Al pasar la prueba en español, las respuestas de los sujetos fueron más certeras y rápidas cuando los individuos sentían los términos más próximos. De esta manera, cometieron menos errores y respondieron con mayor celeridad cuando la forma geométrica estaba relacionada con el término «tú» que cuando lo estaba con «amigo»; también si estaba vinculada a «amigo» en vez de a «otro». En cambio, si hacían la prueba en inglés los resultados eran más parejos entre las distintas palabras. Dicho de otro modo, las implicaciones emocionales de cada vocablo en el idioma extranjero ejercía una influencia menor, a pesar de que los términos eran conceptualmente equivalentes («you», «mother» y «other»).
Los resultados demuestran que las personas somos más emotivas en nuestra lengua materna que en una extranjera, concluyen los investigadores. «Este estudio pone de manifiesto que, tal y como decía Nelson Mandela, si te diriges a una persona en un idioma que entiende, esas palabras irán a su cabeza, pero si lo haces en su lengua nativa, las palabras llegarán a su corazón», apunta Albert Costa, de la Universidad Pompeu Fabra y uno de los autores.
(Fuente: INVESTIGACION Y CIENCIA, artículo publicado el 18 de noviembre 2015)