Muestre a un niño algo insólito o sorprendente y verá cómo se anima y le presta atención. Un reciente estudio explica por qué: los bebés están programados para fijarse en lo inesperado y aprender el modo en que funciona su entorno físico.
Aimée Stahl, de la Universidad Johns Hopkins, junto con otros investigadores estudiaron un grupo de 110 bebés de 11 meses. Presentaron a una parte de ellos un juguete desconcertante: atravesaba una pared, desafiaba la gravedad o aparecía en un lugar inesperado. Otros bebés observaron un juguete con un funcionamiento usual. A continuación, los investigadores mostraron a todos los niños un objeto nuevo, a la vez que les hacían notar que el primero que habían visto hacía ruido. Ante ambos juguetes, los bebés que habían observado previamente el “normal” se entretuvieron por igual con los dos. En cambio, aquellos que vieron que el primero realizaba movimientos extraños prestaron más atención a este y desdeñaron el nuevo.
En una segunda fase del estudio, los niños tuvieron ocasión de jugar con los objetos que parecían ir contra la lógica. Se observó que los sujetos que tuvieron contacto con el que parecía atravesar la pared daban golpes con él sobre la mesa, mientras que los que habían visto cómo el objeto desafiaba la gravedad lo dejaban caer al suelo, tal vez con el fin de descubrir las desconcertantes propiedades físicas del objeto.
Estos hallazgos, publicados en Science, sugieren que los bebés elaboran pronósticos sobre el mundo y saben utilizarlos para guiar su conducta. Asimismo, revelan qué y cómo aprenden, afirma Stahl.
Aunque los objetos del mundo real no suelen desafiar la gravedad, la investigadora sospecha que los bebés también aprenden de los acontecimientos inesperados más habituales, como al percibir cambios en la rutina o escuchar frases nuevas, hipotesis que tiene previsto investigar. “Es de presumir que sucesos improbables como estos influyan en el aprendizaje”, señala Stahl.
(Fuente: SCIENTIFIC AMERICAN español, artículo publicado el 22 de septiembre 2015)